viernes, 11 de mayo de 2012

La religión del corazón, o de las debilidades del pensamiento débil.

¿Alguien creyó que, junto con la Metafísica, moriría la Religión?

…Sí, bueno, algunos de esos seres planilandeses, que no ven nada que tenga algo de profundidad y que, para demostrarlo, se llaman a sí mismos “positivistas”, sí lo creen, incluso todavía. Contra todos los datos, algunos de esos amantes de los datos creen que la religión está muriendo porque tiene que morir antes (o como mucho a la vez) que la Metafísica.

La verdad, en cambio, es que ninguno de los grandes “destructores” de la Metafísica (si se quiere, dejo entre paréntesis, de momento, a Nietzsche), ha pretendido otra cosa, en el fondo de su corazón, que recuperar la verdadera y rousseauniana fe, es decir, al Dios de Lutero, limpio de los argumentos del Dios de los filósofos. ¿No será, la pretendida muerte de la Metafísica (es decir, del Racionalismo sin concesiones), un mero efecto de la incansable lucha de los creyentes modernos por echar a la Razón de su atormentado, irracional y emotivo altar?

Ya Kant consideraba una gran suerte (¡quién sabe si no era también su objetivo!) que el conocimiento fuera incapaz de decir nada sobre el más allá, porque así era posible dirigirse a Dios con una fe inmune a las preguntas (o sea, ciega y sorda).

 ¿Y Heidegger? Una filosofía cristiana, dice Heidegger, es un “círculo cuadrado”. Pero, desde luego, no quiere decir que no existan el círculo o el cuadrado. ¿Fue Heidegger un teólogo? Creo que siempre soñó que era o podría ser teólogo. Y seguramente lo ha sido, de esa manera, profundamente moderna, denegadora, de serlo. Como dice, en forma de pregunta, Derrida (en Del Espíritu), Heidegger tal vez ha escrito su teología cada vez que decía cosas como “si tuviera que escribir una teología, como a veces estoy tentado de hacer, la palabra “ser” no aparecería para nada”, o cuando, contemporáneamente, tachaba, con una cruz, el término ser.
“Solo un dios puede salvarnos”, dijo en la famosa entrevista póstuma que concedió a Die Spiegel. Pero, ¿qué Dios? No el de los teólogos racionalistas escolásticos de los que se apartó de joven, desde luego. Ya desde muy temprano dijo que, quien quiera saber algo de religión, haría bien en escuchar a Lutero (es decir, a quien echó al fuego la Summa de Tomás de Aquino).

                    "En consecuencia, tal vez el pensar sin Dios, que se ve obligado a abandonar al Dios de la Filosofía, al Dios Causa sui, se encuentre más próximo al Dios divino. Pero esto solo quiere decir aquí que tiene más libertad de lo que la onto-teo-logía querría admitir. Tal vez esto arroje alguna luz sobre el camino en cuya dirección camina un pensar que lleva a cabo el paso atrás, el paso que vuelve desde la Metafísica a la esencia de la metafísica... (en Identidad y Diferencia, pg. 153)

 O sea, dicho con menos miramientos, el “paso atrás” de la filosofía heideggeriana, conduce al Dios verdadero, no al de los filósofos. Esto no es sino otra expresión de lo que dijimos: Heidegger entiende la Diferencia ontológica como heterogeneidad no ordinal. Su teología negativa es completamente otra que la teología apofática platónico-medieval. Derrida ha observado (en “Cómo no hablar”) esa diferencia entre el hyper- de la mística trascendente de, por ejemplo, el Pseudo-Dionisos o del Maestro Eckhart, y la Diferencia ontológica (o la Diferance del propio Derrida). La ienfabilidad heideggeriana es más parecida al nihilismo budista. Reiner Schürmann, comparando a Heidegger con Meister Eckhart y Suzuki, escribe:

                        "El concepto trascendental de abandono en Meister Eckhart sigue siendo así un concepto relacional: la verdadera relación con Dios es la gelâzenheit tanto de Dios como del hombre. Dios y el hombre son uno, anónimos, en este abandono idéntico. En Heidegger el pensamiento de la Gelassenheit debe ser comprendido como un “paso atrás” de la categoría de la relación y de su caso extremo, la identidad. (en “Tres pensadores del abandono: meister Eckhart, Heidegger, Suzuki”).

Eckhart es un platónico y, por tanto, un metafísico en el sentido más clásico y “griego”. Heidegger… un alemán, un moderno. Algo semejante puede decirse de Derrida, y de los nuevos filósofos-teólogos, como J-L. Marion, según intentaré mostrar en otra ocasión. Y no menos puede decirse de Wittgenstein, para quien lo importante es lo no escrito, el sentido que está fuera del mundo y acerca del cual es mejor callar.

                                                             ****

 Pero ahora comentaré el ejemplo más enternecedor que me he encontrado: G. Vattimo  (por ejemplo, Creer que se cree, de 1996). Donde los maestros de primera fila se sienten obligados a ser comedidos, a indicar sin decir (como dice Heráclito que hace el Oráculo), los discípulos de primera fila o maestros de segunda, no tienen miedo al descaro.

Vattimo es católico, y siempre ha ido a misa. No sin satisfacción (esa mal disimulada autosatisfacción agustiniana de los que se saben del lado de la salvación), ve a su alrededor (como han logrado ver ya hasta los ciegos) un retorno de la fe, y nos intenta hacer comprender cómo, realmente, el pensamiento débil y la muerte de la Metafísica y de la Ilustración, equivale al más profundo cristianismo, incluso con el nombre de “católico”.

Teníamos olvidada la religión, dice Gianni Vattimo, pero ese olvido (la “secularización”), implica un núcleo religioso, que ha sido (transitoriamente) olvidado o secularizado, y al que, por tanto, hay que retornar (¿cómo hijos pródigos?) más pronto que tarde. Ese olvido de lo religioso le recuerda enseguida al Olvido del que habla Heidegger, ese “pecado” o caída que es la Metafísica, con Platón a la cabeza. La cosa está servida: la Metafísica es, en verdad, el olvido de la auténtica religión cristiana.

                        “…se trata tanto de recordar el origen olvidado, trayéndolo al presente a todos los efectos, cuanto de recordar que ya siempre lo habíamos olvidado, y que la rememoración de este olvido y de esta distancia es lo que constituye la única experiencia religiosa auténtica”.

Esto no es nuevo. De varias formas ha resultado que, cuando la rancia tradición temía que la muerte del racionalismo filosófico hiciese tambalear al cristianismo, en verdad ese movimiento ha supuesto una revitalización de la auténtica y desnuda fe, frente al miterismo platónico. (Recomiendo, al respecto, la parte que el libro Dar (la) muerte, de Derrida, dedica a Jan Patocka).

 Muerta ya la Metafísica y la Ilustración (el cientificismo), asumidos ya los problemas insuperables que tiene la Razón, las religiones, dice Vattimo “hoy aparecen nuevamente como posibles guías para el futuro”. 

Vattimo no tiene empacho en reconocer que ha sido su creencia religiosa la que le ha conducido a sus filósofos preferidos, y no a la inversa:

                           “Vuelvo a pensar seriamente el cristianismo porque me he construido una filosofía inspirada en Nietzsche y Heidegger, a cuya luz he interpretado mi experiencia en el mundo actual; pero muy probablemente me he construido esta filosofía, prefiriendo a estos autores, precisamente porque partía de aquella herencia cristiana que ahora creo encontrar de nuevo pero que, en realidad no he abandonado nunca verdaderamente”.


Philosophia, ancilla fidei, con todo el descaro del mundo. La idea es, pues, que el carácter débil del Ser y su tendencia nihilista, significa lo mismo que la encarnación de Cristo. La encarnación, es decir, “el abajamiento de Dios al nivel del hombre, lo que el Nuevo Testamento llama kenosis de Dios”, es interpretada como signo de que el Dios no violento y no absoluto de la época post-metafísica tiene como rasgo distintivo la misma vocación al debilitamiento de la que habla la filosofía de inspiración nietzscheano-heideggeriana.
La secularización, entendida como la pérdida de la violencia de las jerarquías de las religiones, es un efecto cristiano, y Voltaire, un cristiano prácticamente ejemplar. Porque la Metafísica era solo la manera equivocada de ser cristiano y hasta católico. ¡Esa soberbia de querer comprender los inescrutables designios de lo absolutamente Otro! En fin:

                                “Lo que sabemos, pues, y lo que vemos claro con la idea de secularización como rasgo esencial de la historia de la salvación es que no podemos, y sobre todo no debemos, dejarnos alejar de la enseñanza de Cristo por prejuicios metafísicos, sean los cultivados por la mentalidad cientifista o historicista que la consideran “lógicamente” inaceptable, sean los del autoritarismo eclesiástico que fijan de una vez por todas el sentido de la revelación en forma de mitos irracionales a loas que deberíamos adherirnos en nombre de la absoluta –metafísica y violenta- trascendencia de Dios”.

 Pero ni siquiera hay por qué despedir al Papa, a los cardenales, a los obispos. Quizás baste con que sean más tolerantes o caritativos con los homosexuales, con los enfermos de SIDA, con los anticonceptivos:

                                 “El cristianismo que yo encuentro de nuevo, o que los medio creyentes de hoy encontramos de nuevo, incluye, ciertamente, también a la Iglesia oficial, pero sólo como parte de un acontecimiento más complejo que comprende también la cuestión de la reinterpretación continua del mensaje bíblico. …Pienso en la idea de un cristianismo adulto en Dietrich Bonhoeffer que, a su juicio, ya no debería dirigirse a Dios como supremo deus ex machina, que resuelve todos los problemas y conflictos; pienso también en muchas posiciones que, sobre todo al considerar el Holocausto de los hebreos bajo el nazismo, han empezado a reflexionar sobre la posibilidad de pensar un Dios no omnipotente, sino en lucha, junto al hombre, por el triunfo del bien”.

El pensamiento débil, según se ve, no lo es tanto como para no saber perfectamente qué es el bien, con mayúsculas… Eso sí, dice con convicción Vattimo, no estamos haciendo una metafísica más, sino, en todo caso, la consumación o acabamiento de toda metafísica.

 Olvidémonos, por tanto, de preguntarnos racionalmente, grecamente, de dónde venimos, a dónde vamos, “qué somos y qué nos corresponde, por ello, hacer y padecer” (como dijo Sócrates): eso ya lo contesta el mensaje evangélico, interpretado por la debilidad (o, en otra palabra, la Fe)…

 Si este tipo de pensamiento moderno (lo postmoderno no es más que la acentuación de lo moderno) no es la demencia senil de Europa, es entonces ya los balbuceos de una nueva edad alto-medieval, es decir, de un nuevo primitivismo o infantilismo espiritual. A quien todo esto, incluido su tono de confesionario, no le resulte preocupante, es que quiere su propio embrutecimiento.
Solo Platón puede salvarnos.

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